Redefiniendo la Productividad: el Ser y no solo el Hacer

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Tabla de contenidos

1. Introducción

Vivimos inmersos en la glorificación de la agenda llena, donde la inactividad es vista a menudo como sinónimo de pereza o falta de ambición.

Nos han enseñado a medir nuestro valor por la cantidad de tareas completadas y no por la calidad de nuestros momentos de pausa y reflexión. 

Este post busca sumergirse en las profundidades de la productividad, desafiando la noción de que el valor de una persona radica exclusivamente en su capacidad para ‘hacer’ y no simplemente ‘ser’.

2. El culto a la productividad

En nuestra búsqueda incesante por la eficiencia, hemos abrazado la hiperactividad como un trofeo de honor, glorificando las listas de tareas interminables y las jornadas laborales que no conocen de atardeceres. Este culto a la productividad nos ha llevado a medir nuestro valor por los checkmarks en nuestras agendas, dejando poco espacio para la reflexión, la creatividad y, lo más importante, el descanso. 

La presión de ser productivos

Nos encontramos atrapados en una cultura que idolatra la ocupación constante y menosprecia el descanso. Se nos ha inculcado que cada minuto debe ser optimizado para la acción. 

Pero, ¿qué pasa cuando el día acaba y sentimos que no hemos «producido» lo suficiente? Esa sensación de insuficiencia puede convertirse en un círculo vicioso de trabajo sin fin y satisfacción efímera.

como ser productivo

La ilusión de la presencialidad obligada

La necesidad de mostrar presencia física en el trabajo como prueba de compromiso es otro mito que persiste en muchas organizaciones. 

Esta «cultura de silla» a menudo ignora la calidad del trabajo y el bienestar del empleado, contribuyendo poco a la verdadera productividad y mucho al agotamiento profesional.

Productividad y bienestar emocional

La productividad mal entendida puede ser una fuente de estrés, ansiedad y deterioro del bienestar emocional. Es crucial reconocer que nuestro rendimiento no es constante y que las fluctuaciones son naturales y necesarias. 

Aceptar esto es el primer paso para liberarnos de las cadenas de la «productividad tóxica«.

3. Mitos sobre la productividad

Los mitos sobre la productividad son como espejismos en el desierto laboral: promesas de oasis que a menudo nos dejan más sedientos de tiempo y satisfacción personal.

Nos han contado cuentos de que la productividad es un destino al que se llega trabajando sin descanso y haciendo malabares con múltiples tareas a la vez. Pero, ¿y si las verdades establecidas no fueran más que ilusiones? 

En esta sección, vamos a desmantelar esos mitos uno por uno, revelando cómo una comprensión más auténtica y equilibrada de la productividad puede conducirnos a un rendimiento más saludable y a una vida profesional más plena y gratificante.

> El Multitasking como una virtud

El mito de que el multitasking es la cúspide de la eficiencia ha sido desmentido. 

Las investigaciones muestran que dividir nuestra atención disminuye significativamente la calidad de nuestro trabajo y, de hecho, puede aumentar los niveles de estrés, reduciendo nuestra capacidad para realizar tareas complejas de manera efectiva.

> La falacia de la jornada laboral extenuante

Las largas horas de trabajo no equivalen a un mejor rendimiento. La fatiga mental reduce nuestra capacidad de pensamiento crítico y toma de decisiones. 

Reconocer y respetar los límites personales de cada uno no solo es vital para la salud, sino que también fomenta una mayor innovación y creatividad.

4. La verdadera cara de la productividad

Detrás de la fachada del constante ajetreo y la obsesión por hacer más, se esconde la verdadera cara de la productividad, una que no siempre captamos a primera vista. 

Es una visión que reconoce que ser productivo no es solo acumular tareas completadas, sino también nutrir la calidad, la innovación y el equilibrio vital

En este segmento, descubriremos juntos esa cara menos visible de la productividad, que valora los momentos de reflexión tanto como los de acción y entiende que la eficiencia genuina se mide en logros significativos, no solo en volumen de trabajo.

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- Priorizando la calidad de vida en el trabajo

La verdadera productividad se aleja del simple recuento de horas trabajadas para centrarse en la calidad de vida que se cultiva dentro y fuera del lugar de trabajo

Un ejemplo destacado de esta práctica es la introducción de áreas de descanso en las oficinas, equipadas con opciones para la relajación y la socialización, permitiendo a los empleados desconectar y recargar. Otro es la política de vacaciones ilimitadas de algunas empresas pioneras, que confía en la autogestión de los trabajadores para tomar el tiempo libre que necesitan, demostrando que la productividad no disminuye, sino todo lo contrario. 

Estas medidas reflejan una comprensión profunda de que un empleado que disfruta de bienestar integral es más feliz, más leal y, sí, infinitamente más productivo.

- El poder de la inacción planeada

En una cultura que idolatra el constante hacer, la inacción planificada es un acto revolucionario. 

No se trata de perder el tiempo, sino de dedicar conscientemente momentos para no hacer, permitiendo que nuestra mente y cuerpo se recuperen de la constante estimulación. Este concepto se manifiesta en la técnica del Pomodoro, donde breves periodos de inactividad siguen a intervalos de trabajo concentrado, aumentando la eficiencia y la concentración.

Otro ejemplo es el de grandes pensadores y creativos a lo largo de la historia que han destacado la importancia de los paseos diarios o momentos de ocio para estimular la creatividad y resolver problemas complejos. Friedrich Nietzsche y Steve Jobs eran conocidos por sus largas caminatas, utilizadas para reflexionar y concebir ideas innovadoras. 

Así, la inacción, lejos de ser un obstáculo para la productividad, se convierte en su aliada, proporcionando el espacio necesario para que surjan ideas brillantes y soluciones inesperadas.

- Refediniendo objetivos con intención

La fijación de metas no tiene por qué ser un proceso mecanizado, centrado únicamente en resultados tangibles y cuantificables. Al redefinir nuestros objetivos con intención y propósito claros, abrimos la puerta a una forma de productividad que honra nuestra esencia y humanidad. Este enfoque nos anima a preguntarnos no solo qué queremos lograr, sino también por qué es importante para nosotros y cómo se alinea con nuestros valores fundamentales.

Un ejemplo sería un objetivo personal de «leer más libros este año», que podría redefinirse con más intención como «explorar literatura que expanda mi comprensión del mundo y enriquezca mis conversaciones». Este enfoque cambia el énfasis de la cantidad a la calidad y alinea el objetivo con un deseo más profundo de crecimiento personal y conexión con los demás.

Al redefinir objetivos con intención, también nos permitimos celebrar los logros no solo por haber marcado una casilla, sino por haber avanzado en nuestro camino hacia una vida más plena y alineada con nuestros principios. Este método nos anima a reflexionar regularmente sobre nuestros propósitos, adaptándolos conforme evolucionamos, garantizando que nuestras metas sigan siendo relevantes y motivadoras a lo largo del tiempo.

- Cultivando un entorno de bienestar emocional

Crear un espacio de trabajo donde el bienestar emocional se coloca en el centro de la cultura corporativa es más que una tendencia; es una necesidad estratégica. 

Al reconocer y atender las necesidades emocionales y personales de los empleados, las organizaciones pueden desbloquear niveles más profundos de compromiso, creatividad y lealtad. Implementar prácticas como salas de descanso dedicadas al mindfulness y la meditación, programas de apoyo psicológico accesibles y talleres sobre gestión del estrés y la ansiedad son pasos concretos hacia este objetivo.

Un ejemplo notable podría ser la creación de grupos de conversación y apoyo dentro de la empresa, espacios seguros donde los trabajadores pueden compartir sus experiencias y desafíos personales, promoviendo así una atmósfera de apertura y cuidado mutuo.

- Escuchando a nuestro cuerpo y mente

La sostenibilidad de nuestra productividad está directamente ligada a cuán bien escuchamos y respondemos a las necesidades de nuestro cuerpo y mente. Ignorar señales como el cansancio, el estrés o la falta de concentración solo conduce a una disminución de nuestro rendimiento a largo plazo. Adoptar un enfoque proactivo hacia el autocuidado, reconociendo cuándo necesitamos descansar, reajustar nuestras metas o cambiar nuestro entorno de trabajo, es fundamental.

Considera, por ejemplo, la técnica de trabajo 90/20, que propone 90 minutos de trabajo intenso seguidos de un descanso consciente de 20 minutos. Durante esos periodos de descanso, actividades como una breve caminata, ejercicios de respiración o simplemente alejarse de cualquier pantalla, pueden revitalizar nuestra energía y agudizar nuestra concentración. 

Además, herramientas como diarios de gratitud o aplicaciones de meditación pueden ayudarnos a mantener una perspectiva positiva y centrada, mejorando nuestra capacidad para manejar el estrés y enfrentar desafíos.

Conclusión: encuentra tu propio ritmo

La productividad no tiene por qué ser un tirano que dicta cómo pasamos cada minuto de nuestro día. Al adoptar una visión más humana y equilibrada, podemos redefinir la productividad para que refleje una vida plena y significativa, tanto personal como profesionalmente.

La clave está en equilibrar la acción con la contemplación, el trabajo con el descanso, y la eficiencia con la efectividad. De esta manera, podemos superar los mitos que nos atan a una rueda interminable de actividad y, en su lugar, embarcarnos en un viaje de productividad que honra quiénes somos y lo que valoramos más.

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