¿Alguna vez has sentido que no podías decir que estabas mal porque “tenías que ser fuerte”? ¿O que no te permitías estar triste porque “hay que pensar en positivo”?
Vivimos en una cultura donde el discurso del optimismo constante se ha instalado como norma. Y aunque el pensamiento positivo puede ser útil, llevado al extremo puede convertirse en una forma de invalidar nuestras emociones reales. A eso se le llama positivismo tóxico.
En este artículo exploramos qué es, cómo identificarlo, qué consecuencias tiene sobre el bienestar personal y cómo el coaching personal puede ayudarte a salir de esa trampa sin caer en el victimismo ni en el autoengaño. Porque a veces, el verdadero bienestar empieza cuando te permites no estar bien.
El positivismo tóxico es la idea de que siempre debemos mantenernos optimistas, sin importar lo que esté ocurriendo. Es esa presión interna o externa que dice: “todo pasa por algo”, “tú puedes con todo”, “sonríe siempre”.
Aunque estas frases de positivismo tóxico pueden parecer motivadoras, se convierten en tóxicas cuando:
Impiden expresar tristeza, enfado o miedo.
Nos hacen sentir culpables por tener emociones «negativas».
Nos desconectan de lo que realmente sentimos.
⚠️ El positivismo tóxico no es optimismo. Es negación disfrazada de motivación.
¿Te suenan algunas de las siguientes?
Sientes culpa cuando te permites descansar o sentirte mal: descansar te parece pereza. Sentirte triste es algo que “no debería estar pasando”. Esa culpa perpetúa el agotamiento emocional.
Usas frases motivacionales para tapar lo que te duele en lugar de enfrentarlo: te dices “todo pasa por algo” o “voy a estar bien” sin haberte dado espacio real para sentir y procesar lo que está ocurriendo.
Tiendes a resolver lo emocional con soluciones prácticas inmediatas: en lugar de quedarte con la incomodidad de la tristeza o la duda, saltas directamente a la acción o al consejo.
Estas actitudes pueden parecer funcionales a corto plazo (te mantienen “en pie”), pero a largo plazo generan desconexión emocional, aislamiento y frustración interna.
Reprimir lo que sentimos no hace que desaparezca. De hecho, se acumula, se transforma y acaba saliendo de formas que no siempre entendemos. El cuerpo y la mente, cuando no encuentran un espacio seguro para expresar lo que duele, buscan otras salidas: aparecen la ansiedad, el agotamiento emocional, la irritabilidad constante o incluso síntomas físicos como insomnio, tensión muscular o fatiga persistente.
Vivir en un modo “todo está bien” cuando en realidad no lo está, desgasta. Ese esfuerzo por sostener una imagen de fortaleza inquebrantable va drenando tu energía interna poco a poco. Y sin darte cuenta, empiezas a desconectarte de ti y también de los demás. Te cuesta pedir ayuda porque piensas que “no es tan grave”, dejas de compartir cómo estás realmente por miedo a parecer negativa, y sigues adelante como si nada, pero sintiéndote cada vez más sola.
Además, al negar tus emociones, pierdes una brújula valiosa. Las emociones no son enemigas a eliminar, sino señales que te muestran lo que necesitas. Cuando las ignoras, pierdes también el acceso a tu intuición, a tu autoconocimiento y a tu capacidad de poner límites.
Permitirnos sentir no nos debilita: nos humaniza. Reconocer una emoción, validarla y expresarla con seguridad es uno de los actos más valientes y transformadores del desarrollo personal. Y es el primer paso para construir una vida más honesta contigo y con los demás.
El Coaching es una herramienta de desarrollo personal muy poderosa y muy útil para salir de la trampa del positivismo tóxico.
El coaching personal no busca que te pongas una sonrisa falsa ni que repitas frases bonitas que no sientes. Al contrario: es un espacio de escucha profunda y de conexión con lo que realmente estás viviendo. En un proceso de coaching puedes explorar tus emociones reales, incluso aquellas que has intentado negar o minimizar durante mucho tiempo. Y lo haces sin juicio, con acompañamiento, desde la curiosidad en lugar de la exigencia.
Muchas personas creen que ser fuerte es no quebrarse nunca, no mostrar dudas ni tristeza. En coaching personal trabajamos una fortaleza distinta: la que nace de permitirte ser vulnerable, de reconocer tus emociones sin esconderlas y de sostenerte con amabilidad incluso en los momentos en los que no sabes qué hacer. Descubres que ser fuerte no es fingir que estás bien, sino tener el coraje de ser honesto/a contigo.
El coaching personal también te ayuda a diferenciar entre lo que tú realmente sientes y lo que te han dicho que “deberías” sentir. A veces arrastramos discursos ajenos (familiares, sociales, culturales) que nos llevan a desconectarnos de nuestras verdaderas necesidades. Cuando empiezas a escucharte de verdad, puedes tomar decisiones más alineadas con tu bienestar, no con la expectativa externa.
Piensa en una situación reciente donde no te hayas permitido sentir lo que te pasaba.
Escribe lo que realmente sentiste, sin filtros.
Añade esta frase: “Es válido sentir esto. No tengo que estar bien todo el tiempo”.
Observa qué cambia en tu cuerpo o tu ánimo al darte permiso.
💡 Puedes repetirlo cada vez que sientas que estás negando lo que te ocurre para encajar o para no mole
Estar bien no es estar feliz todo el tiempo. Es poder estar contigo, también cuando estás triste, cansado/a o enfadado/a. El coaching no es una herramienta para convertirte en alguien perfecto: es un espacio para recuperar tu voz, tu ritmo y tu verdad.
Si sientes que estás atrapado/a en una autoexigencia disfrazada de positividad, en Acalia podemos ayudarte a hacer el cambio. A tu manera. A tu ritmo. Acompañada.
⚠️ Agenda tu sesión gratuita y empieza a rediseñar tu relación con el positivismo.